“La vinculación de León con Egipto tiene miles de años”
Egipto también vive una tragedia cultural, como en tantas guerras los museos son víctimas del saqueo y el odio, algo que ya se ha repetido muchas veces y de lo que sabe mucho el leonés Jesús García Recio
F. FERNÁNDEZ / León
Mientras Egipto se desangra a muchos kilómetros, en León, hay un ligar donde se enseña su idioma, el egipcio. Es en el Instituto Bíblico y Oriental que dirige ese sabio callado y discreto, cura en Aleje, que es Jesús García Recio. Sufre por una tragedia muy habitual en Oriente en sus guerras, el expolio de sus grandes museos, y recuerda la cercanía de nuestra provincia con aquel país, que “viene de muy lejos, de antes de Cristo” y tuvo grandes figuras en diversas épocas de nuestra historia. Desde la monja Egeria a Jesús García Recio.
Otro de esos países que usted tanto ama, Egipto, cuyo idioma enseña en su Instituto, se desangra en una batalla campal, las noticias dicen que, como tantas veces, los museos de aquella tierra están en el punto de mira de ladrones, saqueadores y radicales.
No lo sigo mucho porque me apena más, ando liado con el Instituto y la parroquia de Aleje pero no puedes evitar enterarte. Como bien decías es la tragedia repetida, la de tantas guerras, lo que vimos en Irak. Los grandes museos de Oriente, como el Nacional del Cairo o el de Bagdag, están en el punto de mira pues recogen una historia anterior al Islam siempre hay grupos que se radicalizan, que menosprecian toda esa historia previa al Islam y no tienen ningún reparo en destruirla. Igual tiran una bomba que rompen piezas o las roban para el comercio clandestino. En Irak fue terrible en las dos guerras, con la participación de funcionarios de los propios museos, por economía o por odio.
¿Cuestiona esto la insistencia en que regresen algunas piezas que han salido de estos museos?
Yo creo que sí. Cuando se le exigen piezas a museos de Londres, París o Nueva York, que se ha puesto muy de moda, creo que no se dan cuenta de que se trata de una cultura que ya supera la barrera de lo local, tanto la cultura de Egipto como la de Mesopotamia ya es universal, es la cuna de todos nosotros y nos pertenece a todos como sus sucesores. Que regresen es inadecuado y, sobre todo, es un riesgo absolutamente innecesario.
Usted decía cuando explicaba los motivos de ubicar el Instituto Bíblico y Oriental en León que existía una larga, muy larga, tradición de relación entre León y Oriente, en general ¿También con Egipto?
Por supuesto, no lo dudes. Viene desde muy antigua, hay una presencia púnica muy temprana aquí en León, en el noroeste, en el siglo V antes de Cristo. Después ya nos encontramos con el culto a Serapis.
Al hablar de esta relación siempre sale a relucir el nombre de la monja Egeria, que ya nadie parece dudar que es leonesa.
Sin duda es la más representativa, nuestra monja viajera, que en el año 382 hace un viaje a Oriente y muestra un interés evidente por ir allí, hasta el punto de realizar toda una peregrinación. Es por algo, algo movería su ánimo, seguramente esa tradición orientalista tan nuestra, de esta tierra.
¿Quiénes mantuvieron la tradición que nació con esta monja que visitó los Santos Lugares (Egipto, Palestina, Siria, Mesopotamia, Asia Menor y Constantinopla), en un largo viaje, entre 381 y 384, recogiendo sus impresiones en su libro ‘Itinerarium ad Loca Sancta’, seguramente el primer libro de viajes?
El siguiente, si seguimos un orden cronológico, sería Santo Toribio de Liébana, que pasó 10 años en Oriente y fue el custodio de Tierra Santa.
¿El siguiente paso?
Serían una serie de viajeros, atestiguados y documentados, que fueron desde León en el siglo X.
¿Más nombres propios?
Claro, aún nos restan muchos. Después de los viajeros nos encontramos con Santo Martino, ya en el siglo XII (nació en 1130), que realizó una recordada peregrinación con visitas a lugares como Roma y Constantinopla.
¿Cuál podía ser el nexo que mantenía esta relación en el tiempo?
Una causa podían ser los textos bíblicos, pues hay textos bíblicos llegados al noroeste español desde Oriente ya en el siglo III o el IV. Las biblias que nosotros manejamos están redactadas en Egipto y toda la cornisa africana, la vetus hispania, que está en la Biblia de la Catedral, en el palimpsesto y están las notas marginales de Biblia de San Isidoro, que también es vetus hispania.
Y hablando de los judíos asentados entre nosotros aparece la importante figura de Moisés de León.
Por supuesto, otro grande de nuestra cultura y otro eslabón de esta relación, autor, entre otras obras, de Zóhar (Esplendor), el texto más importante de la cábala, que sus partidarios veneran como libro sagrado.
Es decir, no solamente nos unen los viajes, también la escritura.
Y las lenguas, no lo olvides. Aquí se empieza con el hebreo muy pronto, con Cipriano de la Huerga, que funda en el siglo XVI en Alcalá de Henares la Escuela de Lenguas Orientales y es un buen conocedor del hebreo, que lo había aprendido en su pueblo, en Laguna de Negrillos. O Gaspar de Grajal, ya en la época de Fray Luis de León. Son dos sujetos extraordinarios en el conocimiento del hebreo, que no solo conocen sino que también lo enseñan aquí.
¿No se rompe nunca la cadena que nos une?
No, ahí tenemos ya en los siglos XIX y XX al cardenal Lorenzana y Ramiro Fernández Valbuena, otro paisano nuestro, de Huelde, es de los primerísimos españoles del siglo XIX que se preocupan por los descubrimientos del Oriente y escribe cuatro volúmenes sobre ‘Egipto y Asiria resucitados’.
¿Y los beatos?
Son exactamente lo mismo; el beato es lo mismo, es el Oriente, es la Biblia, son los copistas de los escriptoria, el norte de León y su nexo con el comienzo de la nación española. A nosotros también nos toca muy de cerca Santiago de Compostela, que se descubre allí pero el que hace la Catedral y crea las primeras peregrinaciones es Isnando, de los Picos de Europa. Está muy unido tanto al Finisterre como al Oriente, un fenómeno muy curioso pues ¿cómo es que una persona del Oriente, un difunto, viene a reposar a Finisterre?, ¿porqué no se quedó a medio camino? Me parece algo muy significativo, muy simbólico.
Y cerraría el recorrido el Instituto Bíblico y Oriental que ha puesto en marcha hace unos años en León.
Ésa era nuestra pretensión y fue, como decías al comienzo, el motivo central que nos llevó a ubicarlo aquí.
Hablaba antes de que Cipriano de la Huerga comenzó a conocer el hebreo en su pueblo, en Laguna de Negrillos, pero también usted comenzó a estudiar alguno de los numerosos idiomas que conoce en su pueblo, en Aleje, cuando solo era un niño.
Sí, ya se ha contado. De niño sufrí una enfermedad que me impedía salir de casa y comencé a estudiar por unos viejos diccionarios que le había dejado a mi padre un cura de la comarca, fruto también de esta tradición orientalista. Fue una forma de aprovechar una enfermedad, de verle la cara buena.
El Instituto Bíblico y Oriental se ha consolidado y hasta amplía horizontes.
Es cierto, este año tenemos actividades en Madrid, en Valladolid, en Santiago de Compostela y en Pamplona; lo que da cuenta de que el interés por unir los estudios de la Biblia y Oriente trasciende nuestras fronteras y afecta a otros lugares y otras personas. Además, los alumnos que acuden son de esos lugares.
¿Y la sede de Cistierna?
Para mí es muy importante, no sólo mantiene esta tradición de la que tanto hemos hablado sino que es indescifrable el placer que puedes sentir viendo a una abuela de la montaña y a su nieto estudiar juntos hebreo o egipcio.
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